Gracias... sin duda es como debe empezar mi testimonio de hoy.
Mi día comenzó con una oración (que cada vez agradezco más) y continuó, como estaba planeado, con el acompañamiento a los jóvenes que participan en la PrePascua. ¡¡¡¡Qué divertidííísimo ha sido!!!!, ¡Cómo nos hemos reído!, ¡cómo hemos cantado!, ¡cuánto hemos jugado!... Pero, sobre todo, pasar el día rodeada de estos chavales, me ha vuelto a demostrar que no hay reto grande para Dios. Jamás hubiera imaginado que en una adoración al Santísimo protagonizada por chicos de entre 10 y 17 años pudiera respirarse esa solemnidad y esa verdad... no sé, me ha hecho disfrutar de ese rato con Dios de una manera ciertamente especial.
Sin duda destacar la esperanza que me provoca su alegría, su inocencia, su fe tan sincera y la manera en que piensan. También lo fácil que les resulta amar.
El cansancio sin duda debe formar parte de mi testimonio, por que es humano y lo he sentido. Pero también tengo que agradecer por aquello de lo que va rodeado: los gestos, los ánimos, las sonrisas, los abrazos, las bromas, las risas con compañeros y niños... Todo esto que se nos envía facilita la tarea de manera inmediata.
No quiero pecar de confiada, pero estoy practicamente segura de que todo lo que pueda decir de mi día o de mis días aquí no es suficiente; ni suficiente, ni completo, ni justo para ti tener que leerlo sin estar aquí. Te invito a que participes en una Pascua Misionera para que yo no te lo tenga contar. Date esa oportunidad.
Mamen, Sevilla.