La RAE tiene la
siguiente definición de ermitaño: “Persona que vive en soledad, como el monje,
y que profesa vida solitaria”. Lo cierto es que desde la primera hasta la
última palabra se cumple en un hombre que vivió prácticamente toda su vida de
forma ascética, sólo con la compañía de animales.
Antonio, nacido en
el Alto Egipto, fue un ejemplo de piedad, siendo considerado un auténtico Santo
ya en vida. Se cuenta que en el desierto fue tentado infinidad de veces por el
demonio, permaneciendo Fiel a Dios. Fuera cierto o no, su fama de hombre
santo y austero se extendió por la zona, atrayendo a numerosos discípulos, a
los que organizó en un grupo de ermitaños.
La historia de Antonio
(reconocido Santo tanto por católicos como luteranos) se entremezcla con elementos
verdaderos y elementos legendarios, que hacen que sea un personaje muy
difícilmente de seguir, aunque sabemos evidentemente que abandonó sus bienes
para seguir una vida de ermitaño, atendió a varios comunidades monacales de la
zona y es considerado como el fundador de la tradición monacal cristiana. Se
cuenta que llegó a vivir la friolera de 105 años.La iconografía siempre nos muestra al Santo como un hombre más bien anciano con su habito de monje y rodeado de la naturaleza y los propios animales, contandose que un cuervo le llevaba comida y una jabalina le defendia de cualquier alimaña que se acercara, ya que le curó a sus hijos, que estaban ciegos. Por eso, en gran parte de las pinturas se le muestra con un cerdo a los pies.
Por su relación con los animales,
se le considera Patrón de los mismos, aparte de ser todo un ejemplo de
resistencia frente a la adversidad y la tentación, algo que recogieron a la
perfección múltiples pintores a lo largo de la historia. Antonio el ermitaño
fue y es ejemplo para muchos cristianos alrededor del mundo.