CRISTO REY

lunes, 23 de noviembre de 2015

Promulgada por el Papa Pío IX, la Solemnidad de Cristo Rey del Universo fue proclamada el día 11 de Diciembre de 1925 para motivar a los cristianos a reconocer de forma pública a Jesús como el mandatario de la Iglesia en su personificación de Cristo Rey.  





Inicialmente la celebración era el Domingo anterior al día de Todos los Santos (1 de Noviembre), aunque a partir de 1970 se cambiaría tal cosa. En ese año la Solemnidad de Cristo Rey se cambiaría de día para ser celebrado el último Domingo  per amnum, es decir el quinto domingo anterior a la Navidad (25 de diciembre). Así,  con la Solemnidad de Cristo Rey termina el año litúrgico, comenzando al día siguiente el Adviento o la preparación del nacimiento del Salvador (Navidad). 

La Solemnidad de Cristo Rey, sin embargo, va más allá, incluso, de reconocer a Jesús como mandatario de la Iglesia Universal. Es reconocer a Dios como dueño de nuestra propia vida, el Rey de nuestro corazones al que, sí queremos, podemos dejar entrar en nuestro propio ambiente (familia, vecinos, trabajo,…). 

La Festividad de Cristo Rey es por lo tanto una oportunidad de renovar nuestros corazones y así prepararnos para el Adviento y reconocer en el nacimiento de Jesús al Rey que debe vivir en todos nosotros. 

ORACIÓN A CRISTO REY


¡Oh Cristo, Tú eres mi Rey!
Dame un corazón caballeroso para contigo.
Magnánimo en mi vida: escogiendo todo cuanto sube hacia arriba, 
no lo que se arrastra hacia abajo.
Magnánimo en mi trabajo: viendo en él no una carga que se me impone, 
sino la misión que Tú me confías.
Magnánimo en el sufrimiento: verdadero soldado tuyo ante mi cruz, 
verdadero Cireneo para las cruces de los demás.
Magnánimo con el mundo: perdonando sus pequeñeces, 
pero no cediendo en nada a sus máximas.
Magnánimo con los hombres: leal con todos, 
más sacrificado por los humildes y por los pequeños, 
celoso por arrastrar hacia Ti a todos los que me aman.
Magnánimo con mis superiores: viendo en su autoridad la belleza de tu Rostro, 
que me fascina.
Magnánimo conmigo mismo: jamás replegado sobre mí, 
siempre apoyado en Ti.
Magnánimo contigo: Oh Cristo Rey: orgulloso de vivir para servirte, 
dichoso de morir, para perderme en Ti.