El águila que se creía gallina

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Había una vez un campesino que fue al bosque vecino a atrapar un pájaro para tenerlo cautivo en su casa. Consiguió cazar un pichón de águila. Lo colocó en el gallinero, junto con las gallinas. Comía mijo y la ración propia de las gallinas, aunque el águila fuera el rey de todos los pájaros.



Después de cinco años, este hombre recibió en su casa la visita de un naturalista. Mientras paseaban por el jardín, dijo el naturalista: 
- Este pájaro que está allí no es una gallina, es un águila. 
- Así es - dijo el campesino - Es águila, pero yo lo crié como gallina. Ya no es un águila. Se transformó en gallina como las otras, a pesar de las alas de casi tres metros de extensión.
- No - retrucó el naturalista - Él es y será siempre un águila, pues tiene un corazón de águila. Este corazón le hará un día volar a las alturas.
- No, no - insistió el campesino - Él se convirtió en gallina y jamás volará como águila.

Entonces, decidieron hacer una prueba. El naturalista tomó el águila, lo levantó bien alto y, desafiándole, le dijo:
-Ya que tú eres de hecho un águila, ya que tu perteneces al cielo y no a la tierra, entonces, ¡abre tus alas y vuela!

El águila se posó sobre el brazo extendido del naturalista. Miraba distraidamente alrededor. Vio a las gallinas allá abajo picoteando granos y saltó junto a ellas. El campesino comentó:
- Ya te dije, se convirtió en una simple gallina. 
- No - insistió el naturalista - Ella es un águila. Experimentemos nuevamente mañana.

Al día siguiente, el naturalista subió con el águila al techo de la casa. Le susurró:
- Águila, ya que tu eres un águila, ¡abre tus alas y vuela!
Pero cuando el águila vio ahí abajo las gallinas picoteando el suelo, saltó y fue junto a ellas. El campesino sonrió y volvió a la carga:
- Ya te había dicho, él se convirtió en gallina. 

El naturalista no se conformó. Al día siguiente, tomaron al águila y lo llevaron afuera de la ciudad, lejos de las casas de los hombres, en lo alto de una montaña. El naturalista levantó el águila al cielo y le ordenó:
- Águila, ya que tu eres un águila, ya que tú perteneces al cielo y no a la tierra, ¡abre tus alas y vuela!

El águila miró alrededor. Temblaba como si experimentase una nueva vida; pero no voló. Entonces el naturalista le puso en dirección al Sol, para que sus ojos pudieran llenarse de la claridad solar y de la vastedad del horizonte. En ese momento, el águila abrió sus potentes alas, graznó con el típico kau, kau de las águilas, y se levantó soberana sobre sí misma. Y comenzó a volar. A volar hacia lo alto. A volar cada vez más alto. Voló, voló hasta confundirse con el azul del firmamento.

Nosotros fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Pero hubo personas que nos hicieron pensar como gallinas. Y muchos de nosotros todavía creen que somos efectivamente gallinas. Pero somos águilas. Por eso, abramos las alas y volemos como águilas. Recuerda siempre tu origen divino. Todos los problemas de la vida son para que recuerdes quién eres y templen tu espíritu y no para que te lamentes. Tú eres un águila. Despierta de tu sueño y vuela libre con el viento.