Ayer hubo una paellada; no fue una paellada cualquiera, teniendo en cuenta que era por una causa noble. La Iglesia no puede mirarse hacia dentro y sí para fuera; la muy buena idea era reunir a todas las personas que fuera posible (fueran cristianos o no, solieran ir a esta parroquia o no) para que fueran a esta paellada en beneficio de un proyecto en Karikoga, Zimbabwe, con los niños de la zona.
Más que nunca los evangelizadores y misioneros eramos nosotros y como tal, respondimos de una manera unánime a la llamada que nos hacia el mismo Dios en pos de que a la tierra llegara un pedacito de cielo tan necesario siempre. Tras finalizar la misa, personas muy diferentes hubo en la paellada, en la que también hubo postres caseros (muy buenos, por cierto), pero todas unidas por la necesidad de ayudar.
El que hubieran muchos niños desde la mañana demuestra que desde ya en la infancia se debe inculcar el ayudar al prójimo, al que nos necesita, un concepto que tenemos que cuidar y hacer florecer en los más jóvenes. Ya hace algunos años que se lleva haciendo la paella, demostrandonos que todos podemos poner nuestro pequeño granito de arena en causas que valen muchísimo la pena. La Iglesia hizo lo que debe hacer siempre, abrirse al mundo, evangelizando, y ayudando al necesitado.
José Carlos, perteneciente al grupo de Seglares Claretianos