Cuarto día y la mitad de nuestro tiempo aquí ya se ha esfumado. Los tres primeros días han estado llenos de situaciones, lugares y personas que muestran una realidad tan brutal como una explosión de TNT. Dicha realidad está llena de factores negativos tales como la pobreza, la marginación, impotencia y demás cosas por el estilo que sufren “los morenos” que han decidido contrarrestar, con una ganas de vivir y de salir adelante inquebrantables.
Volviendo al día cuatro, lo dedicamos a trabajar en el taller fabricando mochilas, cuadernos y llaveros (que me quedaron monísimos). El ambiente de trabajo era el que cabía esperar con los morenos. Tan productivo como divertido. Las horas se me pasaron volando riendo con mis nuevos compañeros.
Llegada la hora de comer estaba yo preparando la mesa cuando de pronto llamaron a la puerta ¿Qué quiénes eran? Pues ni más ni menos que un grupo de ocho nigerianos con hambre de charlar y de comida, ¡claro está!. Durante la comida pude disfrutar de una ensalada de macarrones acompañada de bromas y sonrisas típicas de los africanos. Este ambiente se prolongaría durante toda la tarde. Hubo un momento en el que teníamos que dividirnos y tomar un café por el pueblo. Yo marché con Isidro y dos morenos llamados Abraham y Gutman. Nos relataron como era su pueblo, algo de política pero resaltando lo mucho que añoraban a su familia junto a las ganas de que la situación mejorara.
A la tarde volvimos a la casa. Nunca hubiera imaginado lo bien que lo iba a pasar con ellos. La tarde se convirtió en una sesión de dardos, juegos de mesa y millones de risas al ver como machacaban a Carlos haciendo pulsos. Me lo pasé mejor que un niño en una juguetería, pero ahora tocaba ponerse serios.
No recuerdo qué motivó la conversación que se produjo, pero me alegro de que haya ocurrido. No participé mucho, no me atrevía a decir nada porque ellos se me adelantaban. Escuché todas las desigualdades que sufren en todos los ámbitos: social, político, laboral e incluso sanitario. Me parece simplemente inconcebible, a lo que hay que sumar la pérdida de muchos de sus hogares por un incendio ocurrido hará un año. Nos contaron también la forma de tratarse que tienen entre negros y blancos o cómo alguno trató de pasar el estrecho a nado y otras cosas que me dejaron pensando en lo afortunado que soy por vivir como vivo. De todo esto aprendí una cosa que voy a estar recordando para siempre: nunca debe haber un motivo para hacerme perder la sonrisa.
Dani