Parece mentira que ya estemos aquí, a un avión y un par de horas en coche de distancia. Después de una preciosa puesta de sol, llegamos a Níjar con nuestros nervios, incertidumbres, ganas y nuestras propias expectativas. Decididos dejar a un lado aquello que pueda estorbar en esta experiencia, hemos pasado nuestro primer día conociendo a las Hermanas Mercedarias y su misión aquí, aprendiéndonos los primeros nombres y empezando a poner cara a este pueblo que nos acoge por una semana.
Esta mañana hemos ayudado a preparar un mercadillo en el que las Hermanas venden ropa –a un precio muy simbólico (algo así como tres prendas a un euro)- a aquellos que no tienen nada. Así hemos conocido el taller ocupacional, uno de los lugares concretos en los que las Mercedarias trabajan con los inmigrantes ofreciéndoles un pequeño trabajo artesanal a los que no consiguen empleo. Por la tarde nos invitaron a su casa a conocerlas mejor. Allí nos hablaron de su congregación y de la misión que tienen en Níjar. Las “mamas”, como los inmigrantes (o morenos) las llaman, nos dieron una visión de la Iglesia muy real –y distinta-, la de una Iglesia que no puede pasar indiferente ante las necesidades de cualquier persona y que abre sus puertas cuando alguien llama.
Al empezar el día nos hemos acordado de esa expresión que dice que mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo. Aunque algunos hemos podido dudar de este hecho, al terminar el día tengo la certeza de que es cierto, porque las mayores pobrezas son las que sólo se pueden cubrir con el corazón, por medio de actitudes de escucha, cariño, atención, una simple sonrisa... Y hoy hemos conocido de cerca a gente que pone en su corazón a cada ser humano con el que se encuentra.
Ayer una de las cosas que más me llamó la atención fue un cartel que hay en la puerta de la casa donde nos quedamos: “De aquí se sale para AMAR al prójimo”. Espero que no la olvidemos en ningún momento y que esta experiencia misionera nos enseñe eso, a amar un poco más y que, como dice una canción que nos pusieron esta tarde, salgamos “golpeados” por una realidad tan dura como la que aquí se vive. Un golpe que nos ponga en marcha y nos saque de nuestros egoísmos, dejando que Dios nos envíe allí donde haga falta nuestra presencia.
María