La Vida en plenitud sólo podremos experimentarla y acogerla si nos encontramos con quien la ha vivido plenamente. Para ello hemos de tomar consciencia de nuestras muertes. No hay curación más imposible que la del enfermo que ignora su mal. «Yo soy la resurrección y la vida, ¿crees esto?». Esta es la eterna pregunta que nos desafía y que cuestiona todas nuestras creencias ante el drama de todas nuestras muertes: los egoísmos, las tristezas, los rencores, las envidias, las injusticias, las frivolidades, las desesperanzas, los juicios, las quejas… Vivir es reconocer estas muertes cotidianas que nos entierran en todos los sepulcros en donde no hay posibilidad de vida, ni de amor, ni de esperanza, ni de fe… y desde ahí, escuchar la voz de Jesús que nos dice: “Sal afuera”. Sal de esa tumba que tienes dentro. Yo te doy la vida y te bendigo. Feliz domingo. Un abrazo.
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