Impresiona la vida ordinaria de la incipiente comunidad: van a la Sinagoga y allí Jesús “resucita” la autoridad de la Palabra. Entra en casa y toca a la suegra de Pedro y esta se levanta (“resucita”) y se pone a servir. La casa, la pequeña comunidad, al atardecer se llena de enfermos y de gente herida. Y, de madrugada, Jesús se va al monte a orar ¡Qué Icono más maravilloso de la Iglesia y de los evangelizadores! ¿Hay otra manera, que no sea esta, de evangelizar? Todo es novedad, sencillez, fuerza y, sobre todo, signo de vida, de comunión y de presencia sanadora de Dios. Feliz domingo. Un abrazo.