Cuántas
veces hablamos o proclámanos la verdad o la esperanza en medio de la
desigualdad, la desidia o el horror de una sociedad carente de compasión Es
como si habláramos en medio de un desierto, el de una sociedad cuya falta de
Amor la esta abocando al desenfreno.
Hace muchos
años, hubo un hombre que proclamó la esperanza en medio del desierto físico y
también espiritual, el que se hallaba a su alrededor. -Arrepentíos -decía -El
Reino de Dios esta más cerca de lo que creéis. Llegara el día en que Dios
instaurara su Reino en la tierra. Un Reino donde prime el Amor y no la
discordia. Donde los justos podrán ejercer el poder; el poder que les da el
Amor.
Ese hombre
se llamaba Juan y vivía en la más absoluta humildad, proclamando el mensaje de
Dios a aquellos que quisieron seguirle. Los poderosos de la época querían
callarle, puesto que les reprochaba su vida llena de miseria y corrupción. Sin
embargo, ninguno se atrevía a arrestarle, puesto que sus discípulos eran
numerosos.
Era tal el
mensaje de Juan, lleno de vida, que sus propios seguidores pensaron que si él
sería el Mesías, aquel que debía de venir. Juan les dijo: -Yo os bautizo con agua en nombre
del Espíritu de Dios, pero el que viene detrás de mi, os bautizara con fuego y
Espíritu Santo. Vosotros me tenéis por profeta, enviado de Dios, pero de aquel
que viene detrás de mi, no soy digno de calzarle sus sandalias.
A la mañana
siguiente, se produjo un milagro. Juan se encontraba bautizando en el Jordan,
cuando dentro de la fila, le toco a un hombre. Nunca nadie de los que estaba
allí había visto una mirada tan limpia, llena de pureza y Amor. Juan que sabía
quién era le dijo:
-¿Precisamente
tú vienes a que yo te bautice? ¿No sería lo más correcto que fueras tú el que
me bautizara a mí?
El hombre le
contestó:
-Conviene
que tú me bautices a mí.
Juan lo
bautizo y cuando esto ocurría se oyó una voz poderosa:
"Este es mi hijo amado del cual me
complazco"
Los que
estaban allí, se quedaron maravillados ante tal escena. El hombre se fue ante
la atónita mirada de los que allí estaban Sin dejar de ver como se alejaba el
hombre, Juan les dijo a sus propios discípulos:
-Ese es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Andrés, uno
de sus más fieles seguidores, le pregunto:
-Maestro
¿Qué dices?
Juan le
respondió:
-Ese es
aquel que instaurara el Reino de Dios, donde reinara el Amor. El Reino que no
tendrá fin. Seguidle porque es el camino que lleva al Reino del Amor.
La historia
es bien conocida: estos acabaron siguiendo a aquel hombre. Un hombre que fue un
auténtico revolucionario del Amor en medio de una sociedad carente de ella. Juan
acabaría siendo asesinado por aquellos a los que su mensaje ponía en
dificultades, pero, antes de eso, había proclamado la llegada del Mesías, el
Salvador del Mundo, que instauraría el Reino del Amor.