Si me pidieran describir mi experiencia con la familia claretiana que Dios me ha regalado no sería otra que la que versa la canción. Un Dios hecho pan. Eucaristía. El enorme fruto del amor, del grano de mostaza que muere en la tierra y da fruto.
Este fin de semana, muy sobrio y fraterno, ha significado una vuelta a tomar contacto con este gran regalo. Casi nada, una segunda familia, donde seguir creciendo en amor y valores, donde volver como la parábola del hijo pródigo y encontrar a un padre que lo celebra. ¿Cómo voy a negar que un Dios, hecho pan, tocó mi corazón?
Gracias.
Damián, perteneciente a la comunidad de seglares claretianos